Descripción
Una mañana, mientras preparaba el desayuno, una sonrisa apareció en mi rostro mientras escuchaba los sonidos juguetones de nuestros tres hijos. No estaba tan »alegre» como ellos esa mañana, porque tenía que hacerme un estudio en el hospital para comprobar si había recurrencia del cáncer. A los treinta y cinco años, me diagnosticaron la temida enfermedad, el cáncer de ovario. Habían pasado cinco años desde mi diagnóstico, pero los médicos seguían examinándome cada año.
Después de alimentar a los niños, volvieron a jugar y yo me senté en la esquina del sillon donde tenía mi tiempo especial con Jesucristo cada día. Cuando comencé a orar, le conté al Señor cómo tenía miedo de tomar estos estudios nuevamente y le pedí su gracia y fuerza para ayudarme. Entonces comencé a leer Mateo 14. Hablaba de cómo las multitudes siguieron a Jesús hasta un lugar desierto y cómo él alimentó a cinco mil hombres con solo cinco panes y dos peces. Animada, mi corazón se llenó de esperanza y gozo al leer Mateo 14: 34-36:
»Y terminada la travesía, vinieron a tierra de Genesaret. Cuando le conocieron los hombres de aquel lugar, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos». (RVR 1960)
A través de la Santa Palabra de Dios, recordé que la verdadera enfermedad no es el cáncer, aunque, junto con otras dolencias potencialmente mortales, podría ser fatal. Había leído en la biblia que esta vida no es más que un vapor, pero la eternidad es para siempre. El depredador de la muerte está al acecho de todos los hombres porque todos han pecado.
Mis pensamientos rápidamente se centraron en cómo, a los catorce años, escuché el glorioso evangelio; las buenas nuevas de cómo Jesucristo, el Hijo de Dios, vino y pagó el precio del pecado en la cruz, fue sepultado y resucitó al tercer día. Jesucristo conquistó la muerte. A los catorce años, creí en el Señor Jesucristo y le pedí que perdonara mis pecados y me salvara.
Comencé a regocijarme sabiendo que las enfermedades físicas vienen o no, el hecho que le pedí a Jesús que salve mi alma me ha sanado y gracias a la salvación en Jesucristo, un día saldré de este cuerpo y seguiré viviendo para siempre en el cielo. Después de leer Mateo 14 y con un corazón de gratitud por la salvación en Jesucristo, me senté al piano y escribí la letra y la música de «Me salvó».